sábado, 5 de abril de 2014

Editorial de Punto a Punto en Tierra Libre. 5 abril 2014



NUESTRA CULTURA EN CAÍDA LIBRE



Primero queremos aclarar que nuestra interpretación del término cultura, sin llegar a ser la definición académica, es la forma de vida que adoptan las comunidades para vivir en armonía y con equidad y respetándose mutuamente. Normalmente se tiende a interpretar como el nivel de educación que poseen los individuos del conjunto de habitantes de un territorio. A través de la historia han habido pueblos con una cultura milenaria, digna de ser estudiada y ha habido otros con otras formas de vida, que mejor es olvidarla.

En nuestro país la forma de vida hace varias décadas, era muy diferente a la que nos toca vivir hoy. Se han modificado los valores que relacionan a los humanos entre sí, trastocados por la velocidad que han adquirido las formas de trasmisión impersonales, donde la relación entre la gente, no tiene la importancia que se le asigna, a los medios de comunicación. Medios que influyen directamente en el grupo humano, proporcionando nuevas reglas de vida que se imponen, por decisión de los dueños de esos medios. Nos duele hablar del tema, pero ante los hechos actuales no podemos silenciar. Si bien la educación, la pobreza, la vivienda y la salud no tuvieron aún solución en nuestro país, el problema ya no es económico solamente, es mayormente cultural.

Se habla y se discute mucho de los cambios que se dan en la economía. Interesan más los problemas económicos-financieros, que el problema cultural y sus posibles soluciones, que siguen archivadas en los cajones de nuestros políticos y del Poder Ejecutivo. Los centros críticos de educación pública no tienen respuesta, y siguen expulsando a nuestros niños adolescentes de las aulas con los pésimos resultados que ya conocemos, porque se sigue fomentando una escuela para pobres y otra para ricos Se constata además un deterioro de la convivencia y solidaridad ciudadana en todos los niveles. Campea el “arreglate como puedas”. Las tribunas de los estadios se han convertido en verdaderos campos de batalla.

Súmele a esto, menores y mayores de edad que se dedican a la mendicidad abusiva o a la rapiña, adueñándose de nuestras calles. La televisión buscando su rating con programas de mal gusto y cargados de estupidez. El debate inteligente y con razones, tanto en la calle y especialmente en las Cámaras se sustituye por las trompadas, la descalificación y la falta de respeto hacia el otro. Todo es fruto de un desinterés generalizado por ejercer los valores, que sólo la cultura puede propagar. Y todo esto repercute fuertemente en nuestras generaciones jóvenes, que se desinteresan de todo lo que es cultura.

La primera responsabilidad, por no decir única, porque no excluimos a la sociedad, a los padres y a los docentes, recae en los conductores del País, en quienes deben forjar una comunidad fraternalmente unida.

No es estigmatizando a la pobreza, que se responde al problema. Se trata de diseñar, promover e impulsar una política cultural eficiente, cosa que no es tan difícil, promoviendo

- la lecto-escritura, prácticamente abandonada;
- la pasión por el conocimiento, capacitando a nuestros niños y adolescentes en la selección del consumo audiovisual;
- incentivando su creatividad, más que su robotización y su pensamiento crítico a través de los hechos sociales y políticos;
- combatiendo las adicciones no sólo de las drogas sino también del uso abusivo de los celulares; y
- estimulando el trabajo artístico y científico, perdido desde hace tiempo.

El Estado tiene a su disposición además radios y un canal de TV, a lo largo y ancho del país, medios con los cuales podría fomentar los aspectos concernientes a nuestra cultura.

Como vemos no es tan difícil. Se trata de voluntad política y no sólo de hacer gárgaras con la palabras “educación, educación, educación”, sabiendo que la cultura de un país es su herramienta principal de equidad y del progreso. Lo demás viene por añadidura: la convivencia social, que implica el respeto entre vecinos y del medio ambiente, el cuidado de nuestros árboles, la limpieza de nuestras veredas, el no crear basurales, y fundamentalmente a prender a saber exigir por nuestros derechos cívicos.

Recuperemos, entonces la cultura que hemos perdido y volvamos a ser un pueblo culto, como lo fuimos alguna vez.

Pensemos en soluciones, que actualizadas, nos den mayores garantías de una vida digna.

Nosotros debemos, como pueblo, SER LOS PROTAGONISTAS

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