sábado, 1 de marzo de 2014

Una política sin ética no es política

Editorial de Punto a Punto  leída en radio Fénix  1/3/2014

Ante los hechos de notoriedad que van y vienen en nuestra vida política y que nuestros políticos se esfuerzan por  excusarlos como errores, se me permita una reflexión filosófico-social-política sobre la ética y la política.
Sin ética no hay política, si por política entendemos un servicio a la comunidad y no un negocio para unos pocos privilegiados, porque  política es el arte de gobernar,  como actividad de regir los asuntos públicos,  que pertenecen a la sociedad y no a intereses de grupos partidarios y sociales.
Es un error creer que todos los políticos están imbuidos de esta doctrina, de valores nobles, que defienden los derechos de todos los ciudadanos. No están blindados, como no lo estamos nosotros los ciudadanos, ante las seducciones capitalistas, ante los atractivos del individualismo, la vida frívola, ante la tentación del acomodamiento de puestos y cargos políticos cediendo a la tentación del poder y del dinero desinteresándose ante el sufrimiento y las carencias de su pueblo, prometiendo pero no cumplimiento.
No olvidemos que el bloque socialista se desintegró antes de cumplir un siglo. La Unión Soviética se desmoronó y los países que la integraban adoptaron el capitalismo como sistema económico y sinónimo de democracia.
¿Y qué es lo que está pasando con los países que tienen gobernantes llamados socialistas, caso Francia, Grecia, España y en nuestra América Latina, qué paso Con Perú, Paraguay, México.  Y qué decir de quienes hoy nos gobiernan que se profesan de “izquierda”, socialistas, cuando se dan de bruces (abrazan) con el sistema económico  capitalismo rindiéndose a los capitales?
Los ideales del socialismo de reducción de la desigualdad social; la garantía de pleno empleo; la salud y la educación gratuitas y de calidad; el control de la inflación. Todo ha desaparecido como por arte de magia para dar lugar a las características deshumanizadoras del neoliberalismo capitalista, para dar lugar al individualismo, al hedonismo, a la explotación de la fuerza de trabajo, a la apropiación privada de los bienes de la tierra, a la especulación financiera, a la degradación de vida humana a través de la prostitución, de la industria pornográfica, de la criminalidad, del consumo del alcohol y del tráfico de drogas.
Esto es lo que nos ofrece el neoliberalismo capitalista en lugar del bienestar
personal y social.
No creamos que por llamarnos revolucionarios, socialistas ya lo somos, cuando se viven  los valores neoliberales capitalistas. Nadie puede profesarse ni revolucionario ni socialista si opta por el camino neoliberal capitalista No se trata de creerse, sino ser en la vida de todos los días, porque la revolución se hace todos los días
La corrupción es una hierba mala, como toda droga, inherente al capitalismo y está adherida al sistema político neoliberal capitalista como el botón al ojal. Y nuestros políticos están sujetos a estas influencias nocivas, que no sólo los perjudica a ellos, al sistema político en general, sino también a toda nuestra sociedad.
Pero, usted se estará preguntando ¿es posible alcanzar la utopía ética en la política? Si, es posible, pero para ello es necesario volver a conquistar la ética de la política. De ahí la necesidad de una profunda reforma política. Crear una institucionalidad política que nos impida caer en la tentación de la lucha por el poder.
Y esto sólo será posible en un sistema en el cual, en primer lugar no exista ni la impunidad ni la inmunidad, porque no alcanza con represión y castigo. Y para ello habrá que cambiar esta nuestra Constitución, para que no haya corruptores y corrompidos.
Y en segundo lugar educar, educar y educar desde temprana edad en las aulas, formando seres humanos, felices, dignos, dotados de conciencia crítica, participantes activos en la vida política y no meros espectadores, hombres con ganas de trabajar en pro de una sociedad más justa; y no capacitar solamente mano de obra especializada o cualificada para el mundo mercado. ¡Cuanto tiene que hacer nuestra educación a favor de estos cambios para lograr una conciencia crítica y política, que se consubstancie con toda la sociedad!
Camino difícil y espinoso, pero habrá que empezar de una vez por todas, aún errando, porque en el error también se aprende, si sabemos reconocerlo a tiempo.
 
Todo sirve, cuando se trata de compromiso social, desde una visión crítica de los hechos a una movilización social o a la recolección de firmas para lograr un plebiscito, o para solicitar al Presidente, que no firme el contrato con Aratirí, pero siendo conscientes  que el político es un ave fénix, que se ríe de nosotros, porque cuenta con una masa acrítica y abanderada, que es lo que le importa no perder y a la cual tiene sometida. Y sólo removiendo los cimientos de su institucionalidad, se podrá cambiar esto. Hacen falta propuestas que remuevan dicha institucionalidad política partidaria. Nuestra propuesta está ahí.
Y concluyo: Normalmente las sociedades se asientan sobre el siguiente trípode: la economía, la política y la ética. Estas instancias se entrelazan en una sociedad funcional, pero siempre en este orden: la economía obedece a la política y la política se somete a la ética.
Pero a partir de la revolución industrial, en el siglo xix, más exactamente a partir de 1834, la economía empezó a despegarse de la política y a soterrar a la ética, porque surgió la economía de mercado, libre de cualquier control y de cualquier límite ético, que las propias dictaduras se encargaron de imponerla.
Ahora puede entender lo que está pasando en nuestra vida política, donde la ética ya no cuenta y la política, aunque no se diga, está sometida a las decisiones de los grandes capitales.

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